En la conocida Edad Media, enterraban a personas las cuales no tenían del todo comprobado su muerte.
Era un hecho frecuente, ya que no accedían a una cantidad suficiente de recursos sanitarios como para averiguar si se encontraban frente a una verdadera muerte. Por eso, ponían el cuerpo en reposo, extendido encima de la cocina, donde los familiares lo velaban durante unos días en sus comidas. Si durante estos días su pariente no se despertaba, lo enterraban en un ataúd (que, dependiendo de la situación económica, estaba fabricado de un material u otro), el cual llevaba incorporado una campanilla a dentro suyo. Así que, si fuese el caso de que aún seguía vivo, la persona enterrada estaba a tiempo de hacer sonar la campana y que alguien recurriese a su ayuda…¡Salvado por la campana!
Las muertes más frecuentes eran generalmente causadas por epidemias, guerras y aglomeraciones urbanas. Generalmente, las mujeres eran las que sufrían más muertes. Ellas tenían más posibilidades de morir durante los meses de embarazo y en el momento del parto, en particular.
Ser enterrado, como os he dicho antes, era un hecho religioso e importante, así que los difuntos eran vestidos con sus indumentarias más caras y en un ataúd lujoso.
Pero…¿y si no era casualidad que los enterrasen vivos?
Me ha gustado como lo has redactado. Muy bien.
ResponElimina¡Muchas gracias, Claudia! Me alegra que te haya gustado :D
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